¿Se ha apoderado el enojo de tu vida? Hay una forma de encontrar libertad duradera: cediendo el control de tu vida a Jesucristo. Entrega las riendas de tu corazón al Señor y camina cada día en el amor y el perdón de Dios.
El enojo es, en última instancia, una cuestión de control; al enojarnos, nuestra ira abre una brecha entre nosotros y Dios, lo cual nos impide acercarnos a Su amor.
En nuestro enojo, de alguna manera estamos rechazando el amor de Dios y acusándolo de no preocuparse. No obstante, es importante recordar que Dios es amor (1 Juan 4:8), y la Biblia dice que Sus planes para nosotros siempre son buenos (Jeremías 29:11). Este plan comienza con una relación personal con Jesús.
Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
¡Dios desea que vivas con Él por siempre!
Cuando vienes a Dios arrepintiéndote de tus pecados, Dios te da milagrosamente un nuevo nacimiento que te permitirá caminar en Su amor.
Sin embargo, tu nueva vida en Cristo no pondrá necesariamente un fin de inmediato a tu enojo. Además, cada día podría traer situaciones que muchas veces te tentarán a enojarte. Por eso, a continuación te compartimos 5 claves que puedes tomar en cuenta para mantener tu enojo bajo el control de Dios.
1. Reconoce la fuente de tu enojo.
¿Es una persona? ¿Es una situación? O tal vez… ¿estás enojado con Dios?. Sé honesto contigo mismo y con el Señor acerca de lo que te enoja.
2. Arrepiéntete y pídele a Dios que limpie tu corazón.
El enojo basado en el egoísmo y el control es pecado, y la cura para el pecado es el arrepentimiento. Pídele a Dios que te perdone por tu enojo y te dé paz.
“Si confesamos nuestros pecados”, dice la Biblia, “[Dios] es fiel y justo, para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
3. Perdona, perdona, perdona.
El perdón es quizás el mejor remedio contra el enojo. Mientras Jesús agonizaba colgado en la cruz del Calvario, tenía todo el derecho de estar enojado con aquellos que lo pusieron allí. Sin embargo, Él le pidió a su Padre que los perdonara. Y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo. ¡Hay poder en el perdón!
4. Diariamente, dale a Dios el control.
Job tenía toda la razón para estar enojado. Pero a pesar de sus circunstancias, se negó a agitar el puño contra Dios. El respondió: “¿Aceptaremos solo las cosas buenas que vienen de la mano de Dios y nunca lo malo?” (Job 2:10b, NTV). El llamado al discipulado requiere que entreguemos el control de nuestras vidas a Dios. Él es fiel y puedes confiar en que Él hará que todas las cosas obren para bien (Romanos 8:28).
5. No permitas que el enojo eche raíces en tu vida.
Quizá pienses que, al suprimir tu enojo, simplemente desaparecerá. Pero, el enojo debe ser tratado o crecerá como un cáncer. Especialmente en las relaciones que son más valiosas para ti, sigue este sencillo consejo del apóstol Pablo: “Que no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26).
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