Dona ahora

Cómo amar incondicionalmente

¡Realmente no hay nada como sentirse amado! Sin embargo, lamentablemente, no todos tienen la oportunidad de experimentar un amor y aceptación verdaderamente incondicionales por parte de otras personas. No obstante, es importante recordar que fuimos creados por Dios para demostrar esas cualidades y dejar que Su amor perfecto se manifieste a través de nosotros.

El amor incondicional es un regalo invaluable que podemos brindar generosamente, no solo a nuestros seres queridos, sino también a aquellos que de alguna manera llegan a nuestro camino. Sin embargo, ¿cómo podemos hacerlo, especialmente cuando sentimos que esa persona no es digna de nuestro amor?

A continuación te presentamos cuatro consejos que te ayudarán a ser un reflejo del amor de Dios a medida que aprendemos de nuestro Padre celestial.

1. Encuentra tu fuente de identidad en Cristo, no en los demás

Cuando dejamos que el amor de Dios fluya a través de nosotros podremos aceptar y amar a los demás con sinceridad, en lugar de usar ese sentimiento en una búsqueda para satisfacer nuestras propias necesidades.

No dejes que nadie equipare tu valor con tu apariencia exterior, con el estándar de la sociedad, con la cantidad de bienes que posees, o con lo que otros digan de ti. Tu valor es intrínseco y personal; y si entregaste tu vida al Señor, tu valor está asociado a Aquel a quien perteneces.

Lo sorprendente es que cuanto más ames a Jesús, mayor será tu capacidad para amar a los demás.

2. Pon en práctica el poder del perdón

Muchas veces podría ser difícil demostrar amor por aquellos quienes nos lastimaron, o cuando nuestro amor no es correspondido. Sin embargo, recuerda que Cristo también murió por ellos.

Si somos sinceros, debemos admitir que todos hemos sentido alguna vez quebranto, dolor o resentimiento en nuestro corazón. Es naturaleza humana reaccionar de esta manera ante una injusticia, ataque, ofensa o traición, ya sea mayor o insignificante, voluntaria o no.

Sin embargo, lo que haces con esos sentimientos es tu decisión: depende de ti dejar que el agua del perdón los extinga, o echarle más leña al fuego de tu rencor.

Recuerda que pedir o dar perdón reside en ti, no en la otra persona. Y aunque no siempre significa que la relación va a ser reestablecida, puedes estar seguro de que, en el momento que tomes esta decisión, sentirás libertad y el amor de Dios reinará en tu corazón.

3. Expresa tu amor

Cuando Jesús fue bautizado, una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo» (Lucas 3:22 – NTV). Aunque este fue una experiencia única en la vida del Mesías, podemos aprender de este profundo momento y hacer eco de este tipo de aceptación hacia otras personas con palabras similares.

Por ejemplo, puedes mirar a tus hijos a los ojos y darles una palabra de bendición, diciendo algo como: «Eres mi amado hijo; estoy complacido contigo y me llenas de alegría el corazón». Al hacer esto, es importante asegurarles que ese amor no está basado en lo que hacen, sino en quienes son.

No hay nada de malo en expresar orgullo por los logros de alguien; pero si las personas –especialmente los niños– solo escuchan palabras cariñosas cuando hacen algo bueno o loable, entonces podrían llegar a sentir que nuestro amor está condicionado a su éxito.

Aprendamos de nuestro Padre celestial: recuerda que Su amor no está condicionado a nuestro desempeño. Él demostró eso al morir por nosotros “aún siendo pecadores” (Romanos 5:8).

Si tuviéramos que hacer algo para ganarnos Su amor, todos estaríamos sin esperanza, porque nunca estaríamos a la altura de merecerlo. Pero Él nos ama incondicionalmente, tanto que sacrificó a Su propio Hijo, pagando así la deuda que no podíamos pagar por nuestro pecado, y abriendo un camino para que vivamos para siempre con Él.

4. Sé un conducto del amor de Dios

Él derramó Su amor en nuestros corazones para que ahora podamos amarnos unos a otros, haciéndonos vasos del amor de Cristo en el mundo. Deja que tu relación con Dios se exprese a través de tu propia vida, para que seas de bendición a quienes te rodean.

Todo puede resumirse en los siguientes versículos de la primera carta de Juan, en el Nuevo Testamento:

“Queridos amigos, ya que Dios nos amó tanto, sin duda nosotros también debemos amarnos unos a otros. Nadie jamás ha visto a Dios; pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros.

Y Dios nos ha dado su Espíritu como prueba de que vivimos en él y él en nosotros. Además, hemos visto con nuestros propios ojos y ahora damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para que fuera el Salvador del mundo. Todos los que declaran que Jesús es el Hijo de Dios, Dios vive en ellos y ellos en Dios. Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor.

Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos; y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto. Por lo tanto, no tendremos temor en el día del juicio, sino que podremos estar ante Dios con confianza, porque vivimos como vivió Jesús en este mundo.

En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios. Nos amamos unos a otros, porque él nos amó primero”.  1 Juan 4: 11-19 – NTV

¿Tienes preguntas o necesitas oración? ¡Estamos aquí para apoyarte!
Puedes llenar el formulario al final de esta página, llamarnos al 1 (800) 700-2582 si vives en los Estados Unidos, o mandarnos un mensaje por WhatsApp a ese mismo número desde cualquier lugar del mundo.

  • This field is for validation purposes and should be left unchanged.

Recursos y ministerios relacionados