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Libérate de los efectos paralizantes del estrés

Todos sabemos que la ansiedad, la preocupación y el estrés son algunos de los sentimientos más destructivos que podemos enfrentar. Tienen el poder de debilitar nuestras fuerzas y lentamente minar nuestra fe, impidiéndonos madurar en el Señor y dar fruto en nuestras vidas (Lucas 8:14).

Si queremos crecer en nuestra relación con Jesús, debemos descubrir el plan de Dios en esta área de nuestro caminar.

La fuente de poder del estrés

La ansiedad da lugar al estrés cuando nos enfrentamos a alguna situación y optamos por confiar en nuestras propias fuerzas, en lugar de en Dios y su Palabra.

Quizás nos hemos olvidado de que Dios puede manejar cualquier problema, o tal vez hemos dejado que nuestra naturaleza nos persuada de que podemos hacer un mejor trabajo resolviendo la situación por nuestras propias fuerzas.

Sin embargo, cuando elegimos apoyarnos en nuestro propio entendimiento en lugar de las promesas de Dios, nos estamos colocando a nosotros mismos —o a las situaciones abrumadoras que enfrentamos— como una prioridad.

En el momento en el que entramos en ese lugar de autosuficiencia, abrimos nuestras emociones a una avalancha de ansiedad, preocupación y tensión, porque pese a nuestros mejores esfuerzos o habilidades, lo cierto es que no podemos controlar el futuro. Pero hay esperanza y libertad para cualquiera que esté atrapado en esta trampa.

Encontrando libertad

Dios quiere que nuestro corazón esté libre de cargas, y, por consiguiente, del estrés que generan. En Mateo 11:28  podemos leer que Jesús dijo: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso”. Pero para entrar en ese descanso tenemos que cortar la fuente de poder del estrés: nuestra incredulidad.

Justamente, en uno de los pasajes más impactantes de las Escrituras, Jesús confronta nuestra ansiedad y nos invita a confiar en Él. A continuación, puedes leer lo que el Señor les dijo a sus seguidores y que también quiere decirte hoy a ti:

 “Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento y bebida, o suficiente ropa para vestirse. ¿Acaso no es la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa?  Miren los pájaros. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque el Padre celestial los alimenta. ¿Y no son ustedes para él mucho más valiosos que ellos? ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida?

 ¿Y por qué preocuparse por la ropa? Miren cómo crecen los lirios del campo. No trabajan ni cosen su ropa; sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió tan hermoso como ellos. Si Dios cuida de manera tan maravillosa a las flores silvestres que hoy están y mañana se echan al fuego, tengan por seguro que cuidará de ustedes. ¿Por qué tienen tan poca fe?

 Así que no se preocupen por todo eso diciendo: “¿Qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿qué ropa nos pondremos?”.  Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos, pero su Padre celestial ya conoce todas sus necesidades. Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten.

Así que no se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy”.

(Mateo 6: 25-34 NTV)

 

Deja ir tus preocupaciones

A medida que crecemos en nuestra comprensión de cuánto realmente Dios nos ama, pronto nos daremos cuenta de que nada en este mundo puede separarnos de Su amor (Romanos 8: 38-39), ya sea una carga financiera, crisis familiar, situación laboral, enfermedad, nada en el pasado y nada en el futuro. Debido a que el Señor se preocupa tan profundamente por nosotros, podemos depositar en Él toda nuestra ansiedad (1 Pedro 5:7).

Cada día traerá nuevas oportunidades para depositar nuestras preocupaciones sobre el Señor. Una de las mejores formas en que podemos hacer esto, es reemplazando nuestra preocupación con oración y acción de gracias.

Por nada estén afanosos“, dice la Biblia, “sino que, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean conocidas sus peticiones ante Dios(Filipenses 4: 6). A este mandamiento le sigue una maravillosa promesa: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4: 7).

Si aprendes a confiar en Dios y en su Palabra, así como a caminar en su favor y confiar en su fuerza, verás cómo tu estrés se desvanecerá y será reemplazado por una paz preciosa que solo conocen aquellos que descansan en los amorosos brazos de Dios.

 

¿Estás caminando en Su paz?

Si estás agobiado por la ansiedad, la preocupación y el estrés, hay una solución: simplemente, decide creer. Dile a Dios que te arrepientes de no confiar en Sus promesas, comienza a darle el primer lugar en tu vida y luego entra en Su reposo.

Te invitamos a tomar unos momentos ahora mismo para entrar en el descanso que Dios tiene para ti. Si quieres, puedes repetir esta oración, o puedes hablar con Dios en tus propias palabras, sabiendo que Él te escucha y que te ama con amor eterno:

“Padre, perdóname por mi incredulidad. Ya no quiero confiar en mis propias fuerzas. Gracias por preocuparte tan profundamente por mí. Te entrego todas mis preocupaciones y ansiedad. Sé que puedo confiar en ti para cualquier situación por la que esté atravesando. Por favor, enséñame a caminar descansando en ti todos los días. En el nombre de Jesús. Amén”.

 

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