Cuentan que hace varios años, en un pequeño pueblo, una muchacha llamada Guadalupe decidió irse de su casa. Guadalupe era joven y rebelde; le faltaba el respeto constantemente a su madre y ya no quería someterse a las reglas de su familia. Finalmente, y sin decir dónde encontrarla, partió del hogar dejando destrozado el corazón de su mamá.
Después de varios meses de buscarla sin éxito, la madre de Guadalupe tuvo una idea: decidió poner un anuncio en el periódico local.
La nota simplemente decía:
«Querida Lupita: vuelve a casa. Este domingo al medio día te estaré esperando en la plaza principal. Todo está perdonado. Te amo. Con cariño, tu mamá».
El domingo siguiente, la mujer se preparó para ir a la plaza del pueblo. En su mente se agolpaban dudas y temores, pero también la esperanza de que su hija hubiera leído el mensaje y acudiría a su encuentro.
Cuando llegó al lugar, su corazón brincó dentro del pecho. ¡Allí estaba Guadalupe, sucia y desaliñada, y con una mirada de profundo remordimiento!
Se acercó a ella, le secó las lágrimas, y dándole un abrazo simplemente le dijo: «Vámonos a casa, mi niña. No importa lo que hiciste, todo está perdonado. Empecemos de nuevo».
Imagínate: ¿qué hubiera sido de la vida de esta joven si es que su madre le hubiera guardado rencor? Tal vez pienses que ese resentimiento podría estar justificado; después de todo, muchos podrían decir que Guadalupe se lo merecía.
Después de todo, fue ella quien faltó al respeto a su mamá incontables veces y quien al fin decidió abandonar su hogar, dejándola sola. Y a diferencia de la conocida historia de “el hijo pródigo“, la joven ni siquiera tomó la iniciativa de reconocer su falta y regresar a casa. Claramente, no merecía ese perdón.
Pero la sabia decisión de la mujer que le dió la vida le ayudó a reconocer el error de sus caminos, sanó sus heridas, y le dio una nueva oportunidad. Además, toma en cuenta que, si su madre hubiera decidido alimentar ese resentimiento, tal vez ella misma hubiera pasado los últimos años de su vida en una prisión de amargura y soledad.
El amor cubre multitud de faltas. Ese amor incondicional es el que enmienda errores, renueva el corazón y ofrece una nueva esperanza.
Piensa: ¿Hay alguien a quien tengas que perdonar? O tal vez, ¿hay alguien a quien debas pedir perdón?
No importa en qué posición estés, la de pedir perdón o la de otorgarlo; no dejes que pase un día más sin que lo hagas. Quién sabe, mañana podría ser demasiado tarde. El tiempo pasa… y en un abrir y cerrar de ojos, aquellos a quienes amas tal vez ya no estén a tu lado.
No dejes que sentimientos nocivos echen raíz en la fértil tierra de tu alma. El perdón no va a cambiar tu pasado, pero sí tu futuro.
Y con relación a la historia de la joven, ésta no termina allí.
Después de que madre e hija se reencontraron y abrazaron, la mamá de Lupita se dio cuenta de que un par de otras jovencitas las estaban mirando con lágrimas en los ojos.
Y cuál sería su sorpresa al enterarse de que todas ellas se llamaban “Guadalupe”, y que al leer el anuncio en el periódico, también habían ido a la plaza del pueblo en busca del perdón de sus mamás.
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