Por naturaleza, la mayoría de las mujeres tenemos la tendencia de hacer planes.
Planeamos cosas relativamente sencillas, como el menú de la semana, la ropa que nos vamos a poner al día siguiente, o cuándo vamos a ir al salón de belleza.
Planeamos cosas más relevantes, como la fiesta de cumpleaños para nuestros hijos, las citas con el doctor, o una reunión sorpresa para nuestra mejor amiga.
Planeamos todos los detalles de la vacación que vamos a tomar con la familia. Nuestro nuevo corte de cabello. Cuántos kilos vamos a perder con la nueva dieta.
Planeamos fiestas, reuniones, aniversarios y fechas especiales, viajes, detalles, familia y futuro.
Parecería que queremos tener un plan para todo… pero pocas veces tenemos un plan para nuestra propia vida.
Y sin un plan específico para nuestra vida, comprobamos que el tiempo pasa, pesa y pisa, y a veces vemos que nuestros sueños, proyectos e ilusiones se quedaron simplemente en eso… sueños. Y cuando notamos que los años se nos vinieron encima, muchas podríamos resignarnos a un contexto que nos hace sentir desalentadas, frustradas, solitarias y estancadas, preguntándonos qué es lo que hicimos mal.
Pero esa no tiene que ser tu realidad.
Tener un plan para tu vida es el primer paso y un –prerrequisito indispensable– para tomar decisiones inteligentes, vivir intencionalmente y descubrir tu propósito. No es una garantía de que todo va a salir perfectamente bien, ni va a protegerte de los imprevistos o problemas que son parte de estar en esta tierra, pero si no sabes hacia dónde vas, ¿cómo vas a saber cuándo llegaste?
Tener un plan va a contribuir a que te que conviertas en un participante activo de tus circunstancias, y no solo en un espectador.
Va a permitirte diseñar de una manera intencional el futuro que quisieras tener.
Va a ayudarte a valorar lo que más importa y a establecer tus prioridades.
Va a servirte como un mapa que te guíe hacia el destino que deseas alcanzar, que te muestre donde estás, y te alerte si te saliste de curso.
Y si tener una relación con Dios es importante para ti, va a impulsarte a fortalecer tu comunión diaria con Él y a confiar en su guía y protección.
Es importante que aprendamos a ser intencionales en la manera que definimos nuestros proyectos y proyectamos nuestro futuro, pero más importante aún es decidir vivir una vida con propósito, esperanza y fe, anclada en la Palabra de Dios. Esos son los planes que Dios bendice.
En Proverbios 16:9 leemos que podemos planear nuestro camino, pero que al final va a ser el Señor quien guíe nuestros pasos. Recuerda también lo que ha sido prometido en el Salmo 37: “Pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará”.
Sin duda es una promesa que deberíamos tener grabada en el corazón.
¿Te gustó este artículo? ¡Compártelo presionando los botones a continuación!