La Pascua se trata de esperanza. No importa cuán sombrío parezca el Viernes Santo, la Pascua nos recuerda que un día se borrarán las enfermedades, se corregirán los errores y se sanarán las heridas.
Fuimos creados para esperar en las promesas de Dios y anhelar ese día cuando el sufrimiento ya no exista, y Él limpie toda lágrima de nuestras mejillas para dar lugar a un gozo que permanecerá por toda la eternidad.
¿Sientes a veces que algunas cosas en tu vida están en un modo de repetición constante? Al igual que un disco rayado, tal vez te parece que los malos momentos se repiten una y otra vez, mientras tú continúas luchando contra la ansiedad, el desánimo, la angustia y la preocupación.
Ya sea por enfermedades, relaciones rotas, problemas económicos, hijos desobedientes… muchas veces el panorama se ve sombrío y puede llevar fácilmente a la desesperación.
Pero el Viernes Santo nos recuerda que todos nuestros sufrimientos y luchas algún día terminarán. Un día no habrá más lágrimas, ni muerte, ni luto, ni dolor. ¡Todas las cosas serán hechas nuevas!
La razón por la que el Viernes Santo nos trae esperanza, es porque sabemos que Jesús voluntariamente se sacrificó y sufrió por nosotros. Había un propósito en su sufrimiento. Él conocía ese propósito y fue obediente hasta la muerte. Él llevó nuestros pecados a la cruz para que pudiéramos ser salvos. Sin Su sacrificio, no podríamos ser justificados ante Dios.
En aquel día, parecía que el mal había ganado; pero la Pascua nos recuerda que eso no es cierto. Jesús triunfó sobre la tumba. ¡La muerte no pudo retenerlo y Él resucitó!
La Palabra de Dios es clara al respecto. Podemos leer en el Salmo 39:7 que nuestra esperanza debe estar depositada en el Señor, no en las circunstancias ni en las personas. También, el Salmo 119:147 dice: “Me levanto temprano, antes de que salga el sol; clamo en busca de ayuda y pongo mi esperanza en tus palabras“.
En aquellos días en los que nos sentimos desalentados y creemos que todo está perdido, como tal vez muchos de los seguidores de Jesús se sintieron en ese Viernes Santo, debemos recordar que tenemos la victoria porque Cristo ha resucitado.
Nuestro Dios vivo es nuestra fuente constante de esperanza. Jesucristo, Dios hecho hombre, derrotó a la oscuridad.
Esta temporada de Pascua elige la esperanza. Niégate a ceder a la desesperación, y confía en el inagotable amor de Dios. Recuerda: “El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanza y se mantiene firme en toda circunstancia”. (1 Corintios 13:7).
Juntos podemos proclamar el amor de Dios y hacer una diferencia en la vida de millones de personas que necesitan ayuda alrededor del mundo. Tú puedes darles esperanza para el mañana y ayudarnos a suplir sus necesidades físicas y espirituales.
¡Gracias por tu corazón generoso!
“La persona generosa será prosperada y el que sacia a otros también será saciado”.
Proverbios 11:25