Creer y confiar en que Dios camina a nuestro lado, fortaleciéndonos y guiándonos a través de los obstáculos, nos impulsa a seguir adelante incluso cuando todo parece oscuro.
Si somos sinceros, muchas veces es fácil desanimarse y sentir miedo en medio de las trágicas situaciones que vemos alrededor del mundo o las difíciles circunstancias que afectan nuestra propia vida. Pero la importancia de no rendirse y confiar en la ayuda de Dios es un recordatorio constante de que, en medio de las adversidades y desafíos de la vida, tenemos un apoyo divino inquebrantable.
En los momentos de mayor debilidad y desesperación, la fe y la perseverancia se convierten en nuestras aliadas más poderosas.
En este contexto, la fe en Dios se convierte en una fuente inagotable de esperanza y resiliencia, recordándonos que, a pesar de los desafíos, nunca estamos solos en nuestro camino. ¡Dios siempre nos ofrece un testimonio de su amor y salvación!
Toma en cuenta que, cuanto más oscuro se vuelve el mundo, más brillará la luz de Dios en nosotros y a través de nosotros. Jesús dijo a sus seguidores en Mateo 5:14: “Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse”.
Para brillar eficazmente, debemos buscar la guía de Dios. ¡Él siempre está dispuesto a revelarse a nosotros! Si has aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador, entonces tienes su Espíritu viviendo en ti. Mientras oras y lees la Palabra de Dios, tómate el tiempo para abrir tu corazón y distinguir Su voz. Y cuanto más lo hagas, más lo escucharás guiándote, protegiéndote, consolándote y capacitándote.
Su Espíritu nos enseña cómo dejar que Su amor brille desde nuestras vidas, atrayendo a otros hacia Su camino; incluso a aquellas personas que parecen muy diferentes a nosotros o se encuentran alejadas de Dios. Despues de todo, Él envió a Su Hijo al mundo para que todo aquel que crea en Jesús no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Así que en lugar de enfocarnos en un mundo en crisis o en nuestros propios problemas, mantengamos nuestros ojos puestos en Jesús, quien es el autor y consumador de nuestra fe, como nos dice Hebreos 12:2.
Día tras día, pidámosle que nos muestre cómo podemos compartir personalmente su gracia, amor y salvación con otros. Y recordemos la maravillosa promesa en Gálatas 6:9: “No nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos”.
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