Por: Roberto Torres-Cedillo
Si pudieras escoger entre cumplir tus metas para este año nuevo, o recibir una enorme dosis de esperanza para enfrentar cualquier cosa ¿qué escogerías?
Las metas son importantes y necesarias para superarnos y lograr cambios, pero ¿qué sucede cuando las metas chocan con la decepción, la frustración y el dolor que trae la vida?
Recuerdo cuando mis padres y yo nos enteramos que mi hermanita tenía un tumor en el cráneo y había una alta posibilidad que fuera cancerígeno.
En momentos de crisis, uno no piensa en la lista de metas de año nuevo… Las dudas, el temor y las preguntas abruman tu alma, y lo que tu corazón desesperadamente desea es ver un destello de esperanza.
Tal vez te sientes atrapado como en un pantano, inmóvil, temeroso, y dudoso de un futuro que ha perdido todo su esplendor. Pero, quiero decirte que he experimentado el poder de la esperanza.
Esta esperanza no es idealista ni tampoco es de un cuento de hadas. ¡Esta esperanza es lo más real que existe! Es un ancla para nuestras almas aún en la tormenta más hostil.
Esta esperanza únicamente se encuentra en Dios; en su bondad y fiel promesa de que todo lo que está bajo el quebranto y desorden en nuestro mundo no se quedará así por siempre.
La esperanza de Dios es diferente a una buena expectativa. La expectativa se basa en la posibilidad y probabilidad, siempre incierta y vulnerable a circunstancias y caprichos.
Pero la esperanza que nos saca del pantano y nos impulsa a seguir navegando aunque no veamos tierra en el horizonte, esta esperanza es la voz de Dios, que hoy nos dice:
“Rescataré a los que me aman;
protegeré a los que confían en mi nombre.
Cuando me llamen yo les responderé;
estaré con ellos en medio de las dificultades.
Los rescataré y los honraré.
Los recompensaré con una larga vida
y les daré mi salvación”.
(Salmo 91:14-16 NTV)
Que en este nuevo año, y cada día de tu vida, seas lleno de la esperanza eterna que solo Dios te puede dar.
En Cristo,
Roberto Torres-Cedillo
Presentador y Director de Contenido
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