La costumbre de comer en familia todavía es una marca prevalente en nuestra comunidad latina. Aunque tal vez ya no es costumbre hacerlo todos los días, debido en parte a las responsabilidades y horarios variados, es importante tratar de hacer lo posible por tener comidas familiares regulares.
Sin importar si se trata de una cena completa, o algo tan sencillo como tacos o una pizza, te presentamos ocho razones importantes por las que deberías hacer un esfuerzo consciente para sentarte junto a tu familia alrededor de la mesa y disfrutar de un tiempo juntos:
Las familias que comen juntas regularmente tienen relaciones familiares más fuertes y felices. En un mundo tan ocupado y lleno de compromisos, es esencial tratar de encontrar un tiempo de conexión, conversación e interacción, y la hora de la cena familiar brinda la oportunidad de hacerlo. Cuando las familias pasan tiempo juntas y se comunican, crecen fuertes y saludables.
Las familias que cenan juntas desarrollan una identidad familiar más sólida. Además, esta rutina familiar proporciona una sensación de estabilidad y seguridad que brinda a los niños un entorno positivo, donde pueden crecer para convertirse en adultos responsables, equilibrados y productivos.
Las familias que comen juntas regularmente pueden mantenerse al tanto de la vida de los demás. Todos, tanto niños como padres, pueden mantenerse actualizados durante la cena familiar sobre lo que está sucediendo en la escuela, el trabajo, la vida familiar y con los amigos.
La cena familiar ofrece oportunidades para la planificación y la resolución de problemas. Programar reuniones familiares para discutir los planes, las necesidades, o discutir algunos problemas o conflictos puede ser difícil; pero sentarse alrededor de la mesa a la hora a de comer puede ofrecer una solución natural a este desafío.
Comer juntos regularmente ayuda a desarrollar habilidades de comunicación y aprender sobre una a variedad de temas. Cuando las familias que cenan juntas participan en diferentes tópicos de conversación, se fomenta el aprendizaje. Además, los niños expuestos a momentos regulares de discusión familiar aprenden un vocabulario más amplio y pueden comportarse mejor en otros entornos sociales.
Los niños que viven en familias que cenan juntas regularmente tienen menos probabilidades de involucrarse en comportamientos de alto riesgo. Según un estudio realizado por el Centro Nacional de Adicción y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia, los niños que generalmente comen solos tienen un 61 por ciento más de probabilidades de usar alcohol, tabaco o drogas. En contraste, los niños que comen con sus familias la mayoría de la semana tienen un 20 por ciento menos de probabilidades de beber, fumar o usar drogas ilegales.
Es probable que los niños reciban una mejor nutrición cuando cenan regularmente con sus familias. Aquí se aplica una regla simple pero verdadera: cuando se come en casa, se come mejor. La cena familiar significa que los niños son más propensos a disfrutar de una comida equilibrada nutricionalmente, con menos contenido de azúcar y grasa, que si ponen en el microondas algo procesado, o compran alguna comida poco saludable.
Comer en familia ofrece un espacio valioso para el desarrollo de nuestra relación con Dios. Durante las comidas familiares, las conversaciones pueden abarcar temas espirituales y valores que fomenten una comprensión más profunda de la fe. Reunidos alrededor de la mesa, las familias pueden compartir gratitud por los alimentos, reflexionar sobre sus bendiciones y agradecer a Dios por su presencia en sus vidas. Este acto de compartir y conectarse espiritualmente puede fortalecer la fe de cada miembro de la familia, brindando un sentido de comunidad y apoyo que nutre el crecimiento espiritual.