¿Eres una de esas personas que creen que simplemente necesitamos tener fe y no pensar en el futuro, porque Dios está en control? O tal vez, al contrario, ¿te sientes constantemente preocupado y ansioso, pensando en lo que podría ocurrir?
Si bien es cierto que el Señor dijo claramente que no deberíamos afanarnos por el día de mañana porque cada día trae sus propios problemas (Mateo 6:25-33), es importante notar que existe una gran diferencia entre preocuparnos por el día de mañana y planear para el día de mañana, confiando en que Dios guará nuestros pasos.
Como leemos en Proverbios 3: 5-6, “Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar”.
La palabra original en griego que fue traducida en algunas versiones de la Biblia como “afán”, es «merimnesete», que literalmente significa estar ansioso, angustiado o inquieto.
Esta palabra era generalmente utilizada en el contexto de estar aprehensivo por algún peligro o desgracia que podría ocurrir en el futuro. Dicho de otra manera: preocuparse.
Entonces, tanto por su etimología como por su definición, la palabra «preocupación» es fácil de entender:
Estas definiciones demuestran que la preocupación infundada es irracional, inefectiva e ilógica. Sin embargo, muchas personas se han convertido en expertas en el arte de pasar gran parte del tiempo ansiosas por un sinfín de cosas que generalmente están fuera de su control. Tal vez eres una de ellas.
Es posible que, en este mismo momento, tienes en la mente algo que te preocupa.
Probablemente quieras engañarte a ti mismo diciendo que estás simplemente analizando o pensando en la situación; pero la verdad es que la preocupación es un problema que nos afecta a todos. Y en ocasiones, permitimos que situaciones pasadas o posibilidades futuras dominen nuestros pensamientos y nos roben la paz.
Si te sientes así, no eres el único; pero lo importante es aprender a lidiar con este problema. Basándonos en lo aprendido, la manera más lógica de hacerlo debería ser simple: aprende a confiar en Dios y a vivir en el presente, pues basta a cada día su propio afán.
Precisamente, en el mismo contexto que mencionamos antes podemos leer que el Señor dijo: «¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida o un centímetro a su estatura? Ya que no pueden hacer algo tan insignificante, ¿por qué se preocupan por lo demás?».
Si pones tus planes en las manos de Dios y descansas en Él, puedes estar seguro de que el afán y la ansiedad se desvanecerán de tu mente y Su paz llenará tu corazón.
Recuerda las palabras del cuarto capítulo del libro de los Filipenses, que en la Nueva Traducción Viviente dicen así: “No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente”.
Sin duda, ésta es una promesa que deberíamos tener grabada en el corazón.
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